Siempre he considerado las afirmaciones categóricas "porque sí" como un rasgo común en la ignorancia.
Pero tú no hombre, tú no puedes ser así. Y sé que no eres así. Sé que tu forma de expresarte tiene la finalidad de dar la confianza que la mamá insegura, demasiado dispersa como para atender a su propio instinto, necesita para acallar otras voces que no son la suya. De verdad que quiero creer que es ése tu objetivo.
Porque alguien como tú, es plenamente consciente de la importancia del mensaje, de lo general. Y en general, si a alguien tengo que seguir, es a tí. Porque me has venido muy bien, al menos para nombrarte como el causante de mi locura de amamantar a mi hija hasta el año - como mínimo-. Sólo tengo que decir "es que yo soy de González" y todo es más fácil. Incluso comento que " es lo que se lleva". Así, evito entrar en detalles una y otra vez, con la consiguiente sensación de excusa permanente.
Pero claro, todo en general. En particular diverjo. Pero lo digo en bajito, solo te lo digo a tí. Puede que no te hayas dado cuenta, pero tienes un séquito de fieles mucho más radical de lo que creo que eres tú. Eres su religión. "Amarás a Carlos González sobre todas las cosas" y " Palabra de Carlos González" son sus premisas inherentes a la maternidad -poco importa si son o no madres-. Ellas cargan y arremeten contra todo lo opuesto al mensaje general. Aunque ahora que has escrito "En defensa de las Vacunas" tienes a alguna que otra cabreadilla...
Los cólicos. Afirmas que la mayor parte de las veces se debe a falta contacto físico. Que la mamá no entiende porqué no se queda calladito en su cuna. Pero me chirría un poco que, si fuere este caso, comentes que se produce por la tarde. ¿Por la mañana no me necesita mi bebé?
Parafraseándote te digo, me juego un café a que no tienes ni idea de lo que es un bebé que se retuerce de dolor, pero que se retuerce físicamente -no sicológicamente, puesto que esos chillidos no provienen de la mente-. Un bebé que tras los masajes, expulsión de gases e incluso defecando, mejora levemente y de forma muy temporal, para volver a encontrarse mal al poco tiempo.
Un bebé que no conoce otra cosa que ir colgado de su madre, que es la teta lo primero que agarra con precisión, que los besos es, junto con mi leche, su menú principal.
Un bebé que ha sido amado desde el minuto uno desde que conociésemos su existencia.
Pues bien, este bebé continuó así hasta los 5 meses y medio. Desesperante para su madre, pero que jamás volcó su impotencia en ella.
Busqué, leí, mediqué... todo en vano. Y decidí modificar mi alimentación. ¡Vaya! durante una semana que reduje los lácteos, Celia redujo sus tardes-noches de llantos a cuatro. A la semana siguiente suprimí todo lácteo. Celia redujo esas noches a una. A la semana siguiente aumenté de nuevo el consumo de lácteos. Y Celia aumentó esas noches a tres...
Así fui probando. Me sacaba leche antes de cada toma. Esa leche más glucosada y que salía con fuerza podría ser la causante del exceso de gases...
Por tanto, yo puedo afirmar que si no fue cólicos lo de Celia, fue algo muy parecido... Que algo le estaba pasando y que su cuerpo debía "adaptarse", y creo que así lo hizo.
Esto lo afirmo porque es mi experiencia, así la viví yo. Nadie me tiene que decir cuando lo comento, que mi hija lo que tenía era falta de brazos. Quien me conoce sabe que eso no es probable. Aún sigo portando sus once kilos. Con mucho amor y mucha alegría.
Celia será uno de esos "casos raros" de cólicos reales.
Pero claro, leyendo otro artículo tuyo, Celia vuelve a desmarcarse de lo "normal" según tú.
Y esto ya, me escama.
La angustia de la separación. Me quedo con el siguiente párrafo:
Pero tú no hombre, tú no puedes ser así. Y sé que no eres así. Sé que tu forma de expresarte tiene la finalidad de dar la confianza que la mamá insegura, demasiado dispersa como para atender a su propio instinto, necesita para acallar otras voces que no son la suya. De verdad que quiero creer que es ése tu objetivo.
Porque alguien como tú, es plenamente consciente de la importancia del mensaje, de lo general. Y en general, si a alguien tengo que seguir, es a tí. Porque me has venido muy bien, al menos para nombrarte como el causante de mi locura de amamantar a mi hija hasta el año - como mínimo-. Sólo tengo que decir "es que yo soy de González" y todo es más fácil. Incluso comento que " es lo que se lleva". Así, evito entrar en detalles una y otra vez, con la consiguiente sensación de excusa permanente.
Pero claro, todo en general. En particular diverjo. Pero lo digo en bajito, solo te lo digo a tí. Puede que no te hayas dado cuenta, pero tienes un séquito de fieles mucho más radical de lo que creo que eres tú. Eres su religión. "Amarás a Carlos González sobre todas las cosas" y " Palabra de Carlos González" son sus premisas inherentes a la maternidad -poco importa si son o no madres-. Ellas cargan y arremeten contra todo lo opuesto al mensaje general. Aunque ahora que has escrito "En defensa de las Vacunas" tienes a alguna que otra cabreadilla...
Los cólicos. Afirmas que la mayor parte de las veces se debe a falta contacto físico. Que la mamá no entiende porqué no se queda calladito en su cuna. Pero me chirría un poco que, si fuere este caso, comentes que se produce por la tarde. ¿Por la mañana no me necesita mi bebé?
Parafraseándote te digo, me juego un café a que no tienes ni idea de lo que es un bebé que se retuerce de dolor, pero que se retuerce físicamente -no sicológicamente, puesto que esos chillidos no provienen de la mente-. Un bebé que tras los masajes, expulsión de gases e incluso defecando, mejora levemente y de forma muy temporal, para volver a encontrarse mal al poco tiempo.
Un bebé que no conoce otra cosa que ir colgado de su madre, que es la teta lo primero que agarra con precisión, que los besos es, junto con mi leche, su menú principal.
Un bebé que ha sido amado desde el minuto uno desde que conociésemos su existencia.
Pues bien, este bebé continuó así hasta los 5 meses y medio. Desesperante para su madre, pero que jamás volcó su impotencia en ella.
Busqué, leí, mediqué... todo en vano. Y decidí modificar mi alimentación. ¡Vaya! durante una semana que reduje los lácteos, Celia redujo sus tardes-noches de llantos a cuatro. A la semana siguiente suprimí todo lácteo. Celia redujo esas noches a una. A la semana siguiente aumenté de nuevo el consumo de lácteos. Y Celia aumentó esas noches a tres...
Así fui probando. Me sacaba leche antes de cada toma. Esa leche más glucosada y que salía con fuerza podría ser la causante del exceso de gases...
Por tanto, yo puedo afirmar que si no fue cólicos lo de Celia, fue algo muy parecido... Que algo le estaba pasando y que su cuerpo debía "adaptarse", y creo que así lo hizo.
Esto lo afirmo porque es mi experiencia, así la viví yo. Nadie me tiene que decir cuando lo comento, que mi hija lo que tenía era falta de brazos. Quien me conoce sabe que eso no es probable. Aún sigo portando sus once kilos. Con mucho amor y mucha alegría.
Celia será uno de esos "casos raros" de cólicos reales.
Pero claro, leyendo otro artículo tuyo, Celia vuelve a desmarcarse de lo "normal" según tú.
Y esto ya, me escama.
La angustia de la separación. Me quedo con el siguiente párrafo:
"5.- La calidad de la relación previa con la madre. Entre los menores de tres años, los que tienen una mejor relación con la madre son los que más parecen sufrir con la separación; en el otro extremo, los niños desatendidos hasta bordear el abandono apenas reaccionan cuando su madre se va. Un observador muy superficial puede pensar que el niño está “tranquilo”, o incluso “feliz”; en realidad, lo que ocurre es que está tan mal que ya no puede estar peor; no pierde nada cuando se va su madre, y por tanto no le importa."
Con esto no sé qué llevaría peor, que mi hija no muestre sufrimiento ante nuestra separación diaria por norma general, o ser ese observador superficial que ve feliz a mi hija en la guarde.
Literalmente me quedo sin palabras y necesito saber qué rigor tienen estas afirmaciones. En qué se basan.
Celia lloriquea al verme cuando voy a recogerla por la tarde, pero también se queda con su profesora por la mañana, como norma habitual, bastante contenta. Contadas han sido las ocasiones que se ha quedado seria mirándome, o llorando - de esta última dos veces, ninguna de las cuales ha sido al principio de llevarla a la guardería-, por suerte para ambas. Y si, considero que esta es una suerte para las dos.
Por otro lado, me hace gracia el "tono" que empleas en " felices antepasadas", claro, ahora con esto del trabajo ya no somos tan felices...
Pues bien, yo posiblemente hubiese sido una de esas felices antepasadas si no viviese en estos tiempos, pero feliz, por desconocimiento, no por plenitud. Igualmente, esas felices antepasadas no pondrían ni una vacuna a sus hijos puesto que desconocían la existencia de las mismas. Y sus felices hijos no tendrían ninguna bomba para su metabolismo, pese a que existiese la posibilidad remota - y digo remota porque antes tampoco había tantas guarderías que compartiesen tantos bichitos- de fatal enfermedad.
Así es que, querido Carlos Gonzalez, considero una extralimitación el hablar de lo que es o no la felicidad para una mujer del siglo XXI comparándola con la de nuestras antepasadas. Considero una extralimitación el imponer la crianza como solución a la infelicidad de la mujer.
A mí me gustaría tener la opción de no llevar a Celia a determinados sitios a los que voy, simplemente, para volver a pensar durante ese ratito, mayoritariamente en mí. Pero algunas mamás no tenemos esa opción y volvemos al trabajo para sentirnos las de antes aunque sea unas pocas horas al día.
No obstante, pese a las discrepancias, soy consciente del enorme beneficio que tus libros y artículos han tenido en mi lactancia y crianza. Y, aunque solo sea por eso, te estaré eternamente agradecida. Además, también has conseguido que forje mi propia opinión al respecto.
CLC
Literalmente me quedo sin palabras y necesito saber qué rigor tienen estas afirmaciones. En qué se basan.
Celia lloriquea al verme cuando voy a recogerla por la tarde, pero también se queda con su profesora por la mañana, como norma habitual, bastante contenta. Contadas han sido las ocasiones que se ha quedado seria mirándome, o llorando - de esta última dos veces, ninguna de las cuales ha sido al principio de llevarla a la guardería-, por suerte para ambas. Y si, considero que esta es una suerte para las dos.
Por otro lado, me hace gracia el "tono" que empleas en " felices antepasadas", claro, ahora con esto del trabajo ya no somos tan felices...
Pues bien, yo posiblemente hubiese sido una de esas felices antepasadas si no viviese en estos tiempos, pero feliz, por desconocimiento, no por plenitud. Igualmente, esas felices antepasadas no pondrían ni una vacuna a sus hijos puesto que desconocían la existencia de las mismas. Y sus felices hijos no tendrían ninguna bomba para su metabolismo, pese a que existiese la posibilidad remota - y digo remota porque antes tampoco había tantas guarderías que compartiesen tantos bichitos- de fatal enfermedad.
Así es que, querido Carlos Gonzalez, considero una extralimitación el hablar de lo que es o no la felicidad para una mujer del siglo XXI comparándola con la de nuestras antepasadas. Considero una extralimitación el imponer la crianza como solución a la infelicidad de la mujer.
A mí me gustaría tener la opción de no llevar a Celia a determinados sitios a los que voy, simplemente, para volver a pensar durante ese ratito, mayoritariamente en mí. Pero algunas mamás no tenemos esa opción y volvemos al trabajo para sentirnos las de antes aunque sea unas pocas horas al día.
No obstante, pese a las discrepancias, soy consciente del enorme beneficio que tus libros y artículos han tenido en mi lactancia y crianza. Y, aunque solo sea por eso, te estaré eternamente agradecida. Además, también has conseguido que forje mi propia opinión al respecto.
CLC