Literal.
De la bonita y de la no tan bella.
El hecho de no poder bajar la guardia, de no tener ni un
minuto para mis pensamientos cuando él está despierto, de saber que un silencio
es igual a un desastre en la misma medida, a veces, se convierte en un motivo
de enajenación mental.
¡Oh Universo! Yo quería un príncipe salvador y me has
mandado un Dothraki encantador… esta me la apunto –y te la guardo-.
Si mis condiciones fueran otras, mi hijo es para partirse de
risa. Pero son las que son y las acciones de mi benjamín me hacen perder el
color de la cara varias veces al día. De hecho, hay algo que he visto en Celia
que no había visto hasta el momento. La lástima. Le doy lástima.
“Siéntate mamá, ya lo recojo yo”
Es bueno, creo. Al menos me viene bien saber que no soy yo
la que se lo toma todo a la tremenda. Realmente, doy lástima.
Y risa. Cuando cuento sus hazañas todo el mundo muere de
risa, aunque al otro lado del whatsapp esté llorando. Que ahora, con
perspectiva, puedo entender que se rían. Pero soy yo la que piensa en instalar
un desfibrilador en casa, la que piensa en poner la cubertería de plástico para
evitar que sea enchufada – literalmente-, la que llena cubos de agua del
suelo.
Manuel dispara y después apunta. No aprende de la
observación. No. Sólo observa lo que es inalcanzable físicamente para él, osea,
los aviones. Él aprende de los golpes,
sustos, aplastamientos, caídas, quemaduras y todo lo que pueda ser
experimentado en propias carnes. Imita de la forma que pueda hacerlo un bebé de
19 meses. Lava ropa y pañales a su manera. Ha aprendido a enjabonarse la
cabeza, poco importa el lugar, el momento y el jabón en sí. La acción, está
hecha. Arregla cosas destrozadas por él anteriormente, a su manera.
Es gracioso esto del karma. Me parto con él. Pensando que
había ganado una gran batalla al aceptar como un corderillo (esto no me lo creo
ni yo, pero quiero darle dramatismo al asunto) una niña que me acompañaba a
todo. Lugares, emociones, pensamientos. Pensaba que mi asunto terrenal estaba
cubierto con eso. Que ya había matado mi ego. Que aprendí a compartir hasta mis
pensamientos.
¡Alma de cántaro!
Al principio molaba. Este segundo me necesita menos. Es más
independiente. Me acostumbré a la soledad en el baño. Hey! Eso estaba bien.
Ahora veo que hay un precio a pagar. Ahora, debo encerrar a
mi hijo conmigo en el baño. Observo como tira todos los tarros, secador,
toallas,… pero está a salvo.
En el momento en que no acepta de un modo amigable mi
compañía forzosa, lo único que me consuela es que vivo en un bajo. Y me repito
cual mantra: confía en él, confía en él, confía en él, … y no falla! Nunca
llego al quinto. Por eso no lo interiorizo, no puedo repetirlo las suficientes
veces.
En el mejor de los casos, un ¡HALAAAAAA! Interrumpe mi
cantinela. Esas veces molan. Mi niño está bien. Y ya me acerco con el cubo y el
mocho. Aunque esa vez haya sido la tele
– qué resistente nos ha salido, más que los mandos, los tres que llevamos-
En un caso mediano puedo oír un aparatoso golpe y llanto
ipsofacto.
En los casos que me infartan son los que oigo algo –o no- que no logro identificar – ¿atragantamiento con piedra del jardín?¿No rueda su moto por las baldosas? ¿camina sobre madera?- y nada después.
Una me puso a prueba
psicológicamente y el dos lo hace físicamente.
Vaya entreno. Casi que
paso del tres.
Pero luego, viene la
parte encantadora del tema. Y me desbanca.
Me siento como una
adolescente. Me enfado hasta echar chispas y pone esa sonrisa. Cierro los ojos
y sólo acierto a verle así, sonriendo. Y me vengo abajo. Pongo una cara de
estúpida que se conoce demasiado bien y recojo el aceite del suelo valorando lo
que ha avanzado con su motricidad fina y su fuerza.
O cuando descubre algo
fuera. Algo que trae entre sus deditos, haciendo pinza perfecta, y que yo debo coger esperando a que le salgan
patas –¡jamás pensé que fuera capaz de esto, y la culpa es de esa sonrisa!-
O cuando (des)pronuncia
“teta”, no hay manera. No habla muy bien. Vamos, no habla. Lo justo para ver
leves avances y que no vaya a calentar la cabeza a un pediatra. Pero se hace
entender. Desde los 3 ó 4 meses, hacía un ruidillo para pedir su adorada teta.
Algo así “kjhkjhkhjkh” como un carraspeo.
Aún sigue haciéndolo. De hecho, ya no es teta, es kjhkjhkjh para todos.
El tema es que además se
refiere a las cosas por el sonido que hace y no por la palabra. Aspiradora,
animales, puertas, coches, caídas, … así es que así nos vamos entendiendo. Que
es lo importante.
Es tan especial. Le
quiero tanto. Es muy cariñoso, a su manera. Y me encanta su manera. No lo puedo
evitar.
Como me dijo una amiga,
estos torbellinos tienen en eso mismo su encanto, su fuerza y le adoro por
ello. Por su intensidad.
Y hoy hace 19 meses. Mi
bebé ya tiene 19 meses. Y sueño con un mañana más sosegado pero a la vez voy
frenando el hoy.
Su mirada, la mirada
entre hermanos. Celia lo es todo para él. La sigue, sin cuestionarse nada. Si
ella está bien, él está bien.
Y yo, estoy de puta
madre.
CLC
Felicidades adorable guerrero, en cada foto que miro dejo de reconocer al bebé que se fue y miro el niño que volverá. ... felicidades remami porque de nuevo has aprendido de los acontecimientos de nuevo ha vuelto a nacer otra parte de ti...esta vez no la he podido acompañar pero seguro que sigue siendo absolutamente maravillosa! Os quiero familia
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