Hoy hace un año de tí. De tu olor en mi vida.
Poco puedo decir de lo que has significado para mí, de lo que eres. Hay, a estas alturas, muy poco que añadir.
Mis sentimientos, echando la vista atrás, son de orgullo y profunda admiración por lo que ha caminado Celia. Su desarrollo, pese a ser el de una niña normal, no deja de sorprenderme. Ha aprendido tanto... ¿quién me iba a decir a mí, que ese bebé con corona sanguinolienta, ese bebé que me llevó a experimentar las sensaciones más intensas e inolvidables, se convertiría en esta niña, rubia y risueña que nos enamora a cada segundo?
Y pensar que temí por su desarrollo por las circunstancias de su nacimiento...
También hace un año de otro hecho.
Durante mi embarazo tenía claro que no diría a la gente que estaba de parto hasta que no me asegurase de que me fueran a dejar el tiempo suficiente como para descansar y disfrutar de mi pequeña.
Vaya, quizás el retorno venoso no era del todo correcto y hubo carencias en mi cerebro. Carencias que me hicieron olvidar la clase de padres que tenía.
Si yo soy una leona con mi niña, ellos son los reyes de los leones. Y ese mensaje a las 8:30 de la tarde no fue suficiente como para desalentarles de recorrer 145km en esa misma tarde. Sin saber si me iban a ver o no, ellos vinieron.
Y en efecto, no llegaron en horario de visita. Pero claro, una vez más, eso no fue impedimento.
Siempre me ha impresionado la capacidad de mi padre de conseguir lo que se propone. No había "plan b", hay que entrar y punto.
No se cómo, pero ahí estuvieron. En el pasillo, oyéndome parir. Atentos a los silencios, atentos a la puerta del paritorio. Incluso mi padre se asomó a la puerta y me vió.
Por supuesto que yo no fui consciente hasta que nació Celia.
Cuando se la llevaron y me cosieron, la matrona entró y me dijo que mis padres estaban en el pasillo. Que si quería verles.
A mí me dicen esto unas horas antes de ponerme de parto y monto en cólera. ¿No había dicho yo que no quería ver a nadie hasta que no pasara suficiente tiempo con mi hija y descansando? ¿Acaso no se tenían en cuenta mis deseos?
Pero acababa de pasar el shock más fuerte que jamás hubiese imaginado. Manaba a borbotones mi oxitocina. Y esas palabras me sonaron a cántico celestial. Los necesitaba. Necesitaba su beso, su abrazo, como si yo fuera la niña recién nacida.
Jamás olvidaré sus caras al pasar. A mi padre sólo una vez antes se la había visto así. En ese momento caí en la cuenta. ¡Dios! ¡cómo habrían sufrido!Yo acababa de experimentar el miedo en estado puro por mi hija, recién nacida. Y ellos, acababan de pasar por ello también.
Imaginaba perfectamente su miedo e incertidumbre. Acababa de sentirlo en mis carnes.
Y se acercaron a mí, y yo no pude hacer otra cosa que llorar, agarrando y besando sus manos. Como niña que era en ese momento. Y no quería que se fueran nunca. En ese momento pensé que mi miedo no hubiese sido tal si mi madre hubiese estado también conmigo.
Estuvieron muy poco tiempo, pero el justo para recomponer mi corazón y darme fuerzas. Me trajeron a Celia y yo ya no quería que se marchasen, pero sí, ellos se marcharon, respetando la intimidad de mi nueva familia.
¿No son maravillosos? Ojalá algún día Celia sienta ese orgullo, esa seguridad y ese apego conmigo como el que yo siento por ellos.
Celia me hace sentir capaz. Ellos me hacen sentir segura. Mi marido me hace sentir fuerte. Y este triunvirato es tan importante en mi vida como mi propia independencia. Pero ésta no es posible sin sus tres pilares.
Agradezco al equipo del hospital que tuvieran ese detalle conmigo, todo hay que decirlo.
El día que Celia decidió nacer, mis padres plantaron un rosal. Hoy, sus rosas son las de la foto. Intensas, como ella.
Hoy hace un año de TODO. Un año de Celia, de mi maternidad y de mi consciencia de lo que significa ser hija.
CLC
Poco puedo decir de lo que has significado para mí, de lo que eres. Hay, a estas alturas, muy poco que añadir.
Mis sentimientos, echando la vista atrás, son de orgullo y profunda admiración por lo que ha caminado Celia. Su desarrollo, pese a ser el de una niña normal, no deja de sorprenderme. Ha aprendido tanto... ¿quién me iba a decir a mí, que ese bebé con corona sanguinolienta, ese bebé que me llevó a experimentar las sensaciones más intensas e inolvidables, se convertiría en esta niña, rubia y risueña que nos enamora a cada segundo?
Y pensar que temí por su desarrollo por las circunstancias de su nacimiento...
También hace un año de otro hecho.
Durante mi embarazo tenía claro que no diría a la gente que estaba de parto hasta que no me asegurase de que me fueran a dejar el tiempo suficiente como para descansar y disfrutar de mi pequeña.
Vaya, quizás el retorno venoso no era del todo correcto y hubo carencias en mi cerebro. Carencias que me hicieron olvidar la clase de padres que tenía.
Si yo soy una leona con mi niña, ellos son los reyes de los leones. Y ese mensaje a las 8:30 de la tarde no fue suficiente como para desalentarles de recorrer 145km en esa misma tarde. Sin saber si me iban a ver o no, ellos vinieron.
Y en efecto, no llegaron en horario de visita. Pero claro, una vez más, eso no fue impedimento.
Siempre me ha impresionado la capacidad de mi padre de conseguir lo que se propone. No había "plan b", hay que entrar y punto.
No se cómo, pero ahí estuvieron. En el pasillo, oyéndome parir. Atentos a los silencios, atentos a la puerta del paritorio. Incluso mi padre se asomó a la puerta y me vió.
Por supuesto que yo no fui consciente hasta que nació Celia.
Cuando se la llevaron y me cosieron, la matrona entró y me dijo que mis padres estaban en el pasillo. Que si quería verles.
A mí me dicen esto unas horas antes de ponerme de parto y monto en cólera. ¿No había dicho yo que no quería ver a nadie hasta que no pasara suficiente tiempo con mi hija y descansando? ¿Acaso no se tenían en cuenta mis deseos?
Pero acababa de pasar el shock más fuerte que jamás hubiese imaginado. Manaba a borbotones mi oxitocina. Y esas palabras me sonaron a cántico celestial. Los necesitaba. Necesitaba su beso, su abrazo, como si yo fuera la niña recién nacida.
Jamás olvidaré sus caras al pasar. A mi padre sólo una vez antes se la había visto así. En ese momento caí en la cuenta. ¡Dios! ¡cómo habrían sufrido!Yo acababa de experimentar el miedo en estado puro por mi hija, recién nacida. Y ellos, acababan de pasar por ello también.
Imaginaba perfectamente su miedo e incertidumbre. Acababa de sentirlo en mis carnes.
Y se acercaron a mí, y yo no pude hacer otra cosa que llorar, agarrando y besando sus manos. Como niña que era en ese momento. Y no quería que se fueran nunca. En ese momento pensé que mi miedo no hubiese sido tal si mi madre hubiese estado también conmigo.
Estuvieron muy poco tiempo, pero el justo para recomponer mi corazón y darme fuerzas. Me trajeron a Celia y yo ya no quería que se marchasen, pero sí, ellos se marcharon, respetando la intimidad de mi nueva familia.
¿No son maravillosos? Ojalá algún día Celia sienta ese orgullo, esa seguridad y ese apego conmigo como el que yo siento por ellos.
Celia me hace sentir capaz. Ellos me hacen sentir segura. Mi marido me hace sentir fuerte. Y este triunvirato es tan importante en mi vida como mi propia independencia. Pero ésta no es posible sin sus tres pilares.
Agradezco al equipo del hospital que tuvieran ese detalle conmigo, todo hay que decirlo.
El día que Celia decidió nacer, mis padres plantaron un rosal. Hoy, sus rosas son las de la foto. Intensas, como ella.
Hoy hace un año de TODO. Un año de Celia, de mi maternidad y de mi consciencia de lo que significa ser hija.
CLC
¡Qué maravilla! sin palabras pero con muchas lágrimas me has dejado. Touché!
ResponderEliminarPrecioso! Me has emocionado, como siempre.
ResponderEliminarIrene.
Y yo como siempre llego tarde a todos los sitios...Qué orgullosa estoy de vosotros, de recordar esta historia como si me hubiera pasado a mi...ese día el cumpleaños de mi marido paso por alto porque ELLA había decidido llegar, y todo paró. Tienes una familia maravillosa y estas formando otra que va por el mismo camino, enhorabuena por saber aprender lo que ahora estas dando... ;)
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