miércoles, 5 de diciembre de 2012

Nuestra separación. Nuestro primer aprendizaje.



Corría el año 2010... allá por mayo...

Ayer vi un artículo que me trajo esos recuerdos. Bueno, esos recuerdos se me vienen solos, pero leerlo me ha traído detalles que creí olvidados. 

Cuando revivo aquello, me embarga una tristeza muy difícil de superar. Me descubro llorando y me doy cuenta de que jamás podré recordarlo de otra forma. Me obligo a traerme a "hoy" y la abrazo fuerte.

Aquella noche, tras arrancarla de mi, con la angustia vivida por el peligro de muerte que tenía mi pequeña, no la veo y se la llevan. No llora. Silencio. Llora. Descanso. Papá va con ella. Viene. Cierro los ojos y la huelo. Y ya no está.
¿Cómo está? Cansada.

Lloro.

Silencio.

Soledad.

Vacío.

Puerta azul... puerta azul... puerta azul... interminable puerta azul.

Silencio.

Puerta azul... puerta azul... puerta azul... interminable puerta azul.

Vacío.

Lloro.

Papá viene. Me habla de ti. Quiero ser él. Y no quiero que esté aquí. Que la coja, que la acune...¡que no la deje sola como yo!

¡Qué listo! La ha grabado en vídeo. ¡Qué tontería de cables! ¡yo le daría más calor! 
¡Oh! Su cabecita... ¿dónde le pusieron la ventosa? ¿Le dolerá?
¡Está sola! ¿Así se observa?

¿Quien le dice cosas?
La llaman "la rubia".
¿Por qué le hablan?
Ella tiene que estar tranquila. Hay demasiado jaleo.
Es mi hija y no estoy con ella.
Odio a las enfermeras marujas.
¡Quítale el audio! 
No hay más bebés.
Dile que la traigan.

¿Que no está el pediatra? 
Entonces, ¿cómo la observan?
Cógela, que no esté sola en la cuna. Pónla en tu pecho y dile que la quiero.

¡Vete con ella y no vuelvas sin ella!
Y venid pronto porque me estoy muriendo de pena.

Lloro.

Voy a ir por ella.

¿Por qué narices no voy por ella?

Cierro los ojos y estoy allí y la cojo y le arranco los cables y me voy corriendo. 

¿Y si...está mal?

Pero en el vídeo movía la boca... quiere mi pecho. 
Foto: El Parto es Nuestro
Sí, seguro que está mal, pero porque no estoy con ella.
    

Y las enfermeras le hablaban. Duele. Ellas están con mi niña.  Las odio. No soporto su voz.
No le habléis. ¿Por qué la tocáis? ¡Yo soy su madre  y no lo hago! -aún no entiendo del todo por qué tuve aquel rechazo hacia ellas, creo que me sentí invadida o desplazada-

Lloro. 

Miro el reloj.

Puerta azul... puerta azul... puerta azul... interminable puerta azul.

Creo que me voy a volver loca.

Me incorporo...¡papá, mamá! Lloro.

Viene.

¿Y ahora qué?
                                                                                    

No puedo vivir con la tristeza del pasado. Pero no puedo olvidar esa soledad y vacío vividos. Es la sensación de muerte más profunda que se pueda imaginar.

Mis hormonas, aquellas que debían de enamorarme de ella, hicieron de aquello la situación más dolorosa que había vivido jamás.

Y nadie, salvo mi hija, podría hacerlo más llevadero.

Creo que he compensado a Celia por ello. Al menos, lo he intentado con todo lo que ha estado a mi alcance, pero no quiero que lo "olvide" como tampoco yo quiero olvidarlo. No quiero porque nada como vivir aquello, para valorar, para buscar, para saborear con más intensidad y consciencia, posibles situaciones futuras.

Lo vivido no se puede cambiar, así como tampoco se debería olvidar. Lo vivido, nos enseña. 


CLC

No hay comentarios:

Publicar un comentario