Mi hermana se ha hecho madre. Hoy hace cinco meses.
Mi hermana,14 meses más pequeña que yo, ha puesto mi corazón
en su puño y lo ha estrujado desde aquel positivo. Ha cogido mi mano para que
le enseñara mi mundo y ha abrazado por sí misma lo que yo tuve que leer para
entender.
“No soy como tú” me decía cuando hablábamos del parto, de la
lactancia, de la crianza, del irremediable cambio en su persona. Y aun así,
aguantaba sermones, whatsapps e incluso prohibiciones que salían de mi derecho
por el artículo treinta y tres de hermana mayor.
Tuve que hacer ejercicio de contención pues mi invasiva
personalidad no beneficia su libertad de actuación. Su ensayo-error. Por otro
lado, tenía pánico a que ella viviese un error.
Toda la vida igual, sintiéndome responsable de ella. Sin
pedírmelo.
Ella no lo necesitaba. Ella preguntaba, observaba, sentía.
Se comportaba como una madre y tomó sus decisiones. Ella es muy inteligente y
debo recordármelo.
No dormí nada el día en que su hija avisaba de su llegada.
Mis defensas me abandonaron y mi menstruación se adelantó. En la –demasiada-
distancia, mi cuerpo parecía querer parir con ella. Mis hijos me echaron de
menos pues yo sólo tenía ojos para el whatsapp y mi mente no estaba aunque no
hubiese móvil delante.
Mi hermana nació como madre a la hora prevista –tengo buen
ojo -.Y la nacida en la Isla de Thera
parió a una Diosa Griega. Preciosa, enorme y hecha para sobrevivir.
Diosa que me dividió un poco más el corazón. Me recordaba a
mi hermana, de pequeña. Me recordaba a su padre. Y también a mi hija. Me
recordaba a mi gente. Y es maravilloso.
Ver cómo pertenece a sí misma y a la vez un poquito a los
demás. Sentirla tuya. Quererla como tuya. De tu clan. De donde vengo.
Sentir, con más objetividad que si se tratase de mi propia
hija, lo maravilloso de la naturaleza. De los genes. De la vida.
En cierto modo ella devuelve parte de lo que el universo se
llevó demasiado pronto. Y el significado de esto hay que vivirlo para
abarcarlo.
Mi pequeña Diosa Griega se aferró a la teta “como si le
fuese la vida en ello” y no pude evitar
llevarme así mi primera satisfacción.
Mi hermana y mi cuñado se ocuparon de lo demás. Como debe
ser.

Esta niña es muy afortunada. Tiene suerte de tener ambos
padres implicados –y horarios y lugar de trabajo flexibles- para disfrutar más
equitativa y serenamente los primeros meses de su recién estrenada familia. Y mi
sobrina lo compensa con la tranquilidad de un bebé satisfecho y feliz.
No, mi hermana no es como yo. Es mucho mejor.
CLC