martes, 4 de mayo de 2010

2 de Mayo de 2010

Este fue el día que elegiste para nacer. Y, como ya lo tenías tan claro, no tardaste más que 45 minutos desde que comenzó el día para paralizar, de por vida, mi mundo.

El sábado día 1 por la mañana, papá y yo fuimos a lavar el coche y a hacernos unas fotos de mi barriguita de 41 semanas y nuestro coche nuevo - es que mamá, tiene una amiga en el extranjero algo rarita que se las pidió-.
Comencé a notar contracciones, posando en las susodichas fotos. Yo estaba pletórica, pero no quería lanzar campanas al vuelo. No quería que nada parase el proceso.
Después, mamá olvidó que era festivo y "obligó" a papá a llevarle al centro comercial donde no pudo comprar absolutamente nada. Decidimos comer en el asiático de al lado.
Ahí, mis contracciones eran ya cada 5 minutos. Comí arroz para tener mucha energía. Le decía a papá: "vale, ahora no me hables" y así las soportaba... una tras otra... terminamos pronto de comer y nos fuimos a casa.

Llegamos a casa a las 3 - sí, comimos algo rápido- y pronto descubrimos que las contracciones ya eran cada 3 minutos. Vale, esto ya iba en serio. Papá se puso a preparar todo lo del hospital y yo me dejé llevar para entrar en el maravilloso "planeta parto".
Antes siempre había visto este lugar como un estado de semi trance en que apenas cabía el raciocinio. Ahora considero que, si bien es cierto que el raciocinio es algo que se pierde inevitablemente a medida que avanza el parto, el planeta parto es algo que va mucho más allá. Es la capacidad racional y emocional de darte la bienvenida de modo que tú seas consciente de lo mucho que se te ama y lo imprescindible que eres en nuestras vidas.

Me duché. Preparé el salón. Quería meterme en mí. Pedí a papá que no hiciera ruido cuando entrara y que se limitara a estar. Cerré las persianas, puse mi móvil en silencio, encendí el ordenador para poner música relajante, recuerdo que leí como mi amiga, la que acababa de tener a su niña, había publicado en el foro las noticias que yo le acababa de enviar por e mail. Sonreí. Me emocioné. Y me dije: " este parto va por tí también, tú también te lo merecías". Las contracciones comenzaban a ser bastante molestas. Tanto que no las podía soportar sentada. Me iba a la ventana y comenzaba a mover la cadera de un lado a otro, de delante hacia atrás, haciendo circulos...
A medida que pasaban las horas, la pelota de dilatación fue mi gran aliada. Ya no podía estar de pie, pero en la pelota todo era más fácil. Movía la pelvis mientras me relajaba entre contracción y contracción y votaba a la par que respiraba durante la misma.
A eso de las seis de la tarde, las contracciones no eran más seguidas, pero increíblemente más intensas. Recuerdo que me hacía caca y corrí al baño. Papá se asustó porque pensaba que ese era el signo de que tú estabas a punto de salir. Me costó convencerle de lo contrario.
Ahí me di cuenta de la existencia de un flujo muy líquido que en nada tenía que ver con la percepción que yo tenía del tapón mucoso. Tampoco parecía líquido amniótico... Tomé la decisión de aguantar hasta las 7 y después salir para el hospital.
Poco antes de llegar, nos pasó una escena de lo más peliculera: tras saltarse papá un Stop, nos encontramos con la benemérita dándonos el alto. Papá les dijo: si quiere ud. vengo ahora, pero tengo que llevar a mi mujer que está de parto. Yo estaba en mitad de una contracción respirando... cada vez que lo pienso me muero de la risa. Rápidamente nos autorizaron a seguir circulando.
Llegamos a urgencias y nos preguntan por el motivo de la urgencia. Y zas! supercontracción que hace que me agarre al mostrador como si lo fuera a arrancar.
A los pocos minutos ya estaba en la consulta en la que el viernes me hicieron el tacto... Allí les informo, como buenamente puedo, de que estaba expulsando un líquido viscoso, me dijeron que era líquido amniótico, pero que estaba ligeramente teñido. Eso lo borré inmediatamente de mi mente porque, ¡sorpresa! ¡¡¡estaba de 6 cm!!! ¡¡¡había aguantado en casa hasta los 6 cm!!!.
Confirmaron conmigo que no quería epidural ni ningun tipo de artificio para llevar a cabo mi parto. Me dieron la enhorabuena por haber aguantado en casa y me animaron, pues mi parto se presentaba maravilloso.
Entré en la sala de dilatación-paritorio súper motivada. Cerré las persianas, coloqué mi ipod con sus altavoces, saqué mis collages de fotos, me senté en mi pelota de dilatación. Hice mía la habitación. Y me volví a centrar en tí.
A la hora llamé a la matrona porque tenía ciertas ganas de empujar y había expulsado mucho líquido.
Bien, el líquido era pis... y "sólo" había dilatado un cm.
Media hora despues ya ibamos por los 8 cm pero tenía enormes ganas de empujar. El dolor era ya muy insoportable pero luchaba constantemente por no perder la concentración.
Llevaba tiempo pidiendo la epidural. Papá siempre me decía lo mismo. Vale, ahora hablamos. Y aprovechaba cuando no había contracción para negociar 1 contracción más.
Llegó un momento en que ya no podía evitar mis ganas de empujar pedí ayuda. Vale, ya estábamos de 9. Me dijeron que, si me aliviaba, que empujase. Pero algo ocurrió.
Las contracciones cada vez eran más brutales.
Siguió pasando el tiempo y la dilatación era completa en la parte posterior del cuello del útero pero en la anterior había un reborde. Rompí la bolsa. No tengo claro si lo hice espontáneamente o me la rompieron ya que, pese a estar fisurada, aún permanecía casi "entera" y, en cada contracción, la matrona trataba de estimular tal reborde. Cuando salió las aguas, no me atreví a mirar y le pregunté: ¿claras?. No, verdes.
Pensé que me faltaba muy poquito que tenía que aguantar. Pero el tiempo pasaba y tú ya tenías bradicardias severas. Las contracciones eran ya contenidas con picos, pero ya no se distanciaban...
Dos horas después continuaba el "reborde", tú no podías pasar por ahí y yo, cada vez que empujaba notaba que "eso" me arrancaba las entrañas.
En ese momento yo no debía estar empujando y, en cambio, ¡¡llevaba haciendolo desde hacía 2 horas!!.
Nada me consolaba. ¿Cuanto más me falta? no solo no veía avances sino que no sabría lo que tardaría en verlos. De repente la matrona me dice que estas sufriendo. ¡Mi niña! ¡¡ahora no!!. Vuelvo a pedir la epidural, pero ya no me encuentro con evasivas. Me asusté. Ni tan siquiera papá puso la menor pega. Me asusté mucho, algo no iba bien. Estaba casi dilatada y nadie me muestra oposición!! La matrona salió por el anestesista y volvió con el consentimiento. El anestesista se presentó en 5 minutos. Me dijo que era posible que no me hiciera efecto inmediato por la dinamica de parto. Y me la puso. Aguanté sin mover un pelo esas contracciones contenidas, tenía miedo. No hubo una pega. Solo una cosa: hablaron de "palas seguras o cesárea". Acto seguido comenzó a entrar gente que se presentó como personal de pediatría.
¡Qué miedo pasé, mi niña! no podía estar ocurriendo. ¿Tan mal estabas? Ellos pasaron a la sala contigua de la que solo veía una cunita llena de artilugios. Tú debías salir ya.
Entró rápidamente la ginecóloga que me había hecho el tacto la noche anterior junto con otras 4 o 5 personas. Me reconoció. Me alegré de verla. Ella sabía qué clase de parto quería y se mostró muy contenta de que así fuese. Me sentí muy segura.
Se acercó y me dijo: "al igual que tú, tu niña está muy cansada y te necesita al 100%y ahora hay que empujar", su tono de voz, su mirada, esa gente,... por un momento pensé que te perdía.
Hacía tiempo que la matrona me respondía con evasivas cuando le preguntaba por tí. Ahora la gine...
Me prometí que aprovecharía esa maldita epidural para empujar con todas mis fuerzas, con fuerzas que no tenía pero que conseguiría. No perdería tiempo para agotar la posibilidad de un parto vaginal y tener una cesarea de urgencia. No. Tenías que venir ya.
Por tanto, ya se había tomado una decisión, empujar sin más.
Y eso hice. Sin tener en cuenta contracciones, sin esperar a ser guiada. Empujé y esperé que fueran los demás los que se amoldaran a mis pujos. Así nos sincronizamos.
El silencio solo se rompía por la voz de la ginecóloga diciéndome "muy bien, muy bien, lo estás haciendo muy bien."
Escuché el sonido de la ventosa, me decepcioné cuando noté la episiotomía, pero no dejé que nada externo me distrajera. Celia, tenías que venir bien. El monitor no paraba de pitar y no sabía lo que quería decir. Tampoco quería preguntar. Papá tenía los ojos rojos, él lo pasó realmente mal. Vivió lo que jamás hubiese pensado vivir. No salió de la sala en ningún momento.
Naciste. Y volvió el silencio. 00:45h.
Todo alrededor se paró y solo estaba ahí para mirarte. Para seguirte mentalmente y decirte que yo también estaba ahí.
Rápidamente el séquito de pediatría de la habitación contigua salió por tí. Yo le pedí a papá que no dejase de estar contigo. Te reanimaron y limpiaron las vías en esa habitación y le miraste. Y papá rompió a llorar y enseguida lo hiciste tú.
Minutos más tarde te trajeron envuelta en una toalla y solo te pude dar un beso, enseguida te llevaron a neonatos. Papá no quería dejarme ahí y le pedí por favor que no te dejara sola que yo estaba bien.
Alumbré la placenta espontáneamente unos 20 minutos más tarde. Era enorme. Lloré y me despedí del órgano que te había estado alimentando y que lo había hecho tan bien. 3,475gr de niña.
Tenía la sensación de que todo había cumplido bien su cometido menos yo. Por eso no podía fallarte más.
Mientras me cosían la episiotomía y un desgarro que me hice yo solita, no podía dejar de llorar... eso lo tenía que vivir contigo encima. ¡Ya no me acordaba de tu cara! creo que cuando te besé no te miré, solo te olí.
La gine me decía que era impresionante. Que lo había hecho de maravilla. Que le daba mucha rabia que las cosas se hubiesen torcido. Que podría haber ido a peor, a mucho peor, pero que mi fuerza fue determinante. Y, dadas las circunstancias, cada día estoy más segura de ello. El ambiente se tornó rarísimo cuando no avanzaba mi dilatación. Papá me ha llegado a decir que él confiaba más en mí que en la dudosa y miedosa mirada de la matrona. Él está muy orgulloso de nosotras.
Terminaron conmigo y me dejaron en la habitación. Sola. Mirando a la puerta azul que me separaba de tí. Quería verte. Ya había pasado la primera hora en la que, según había "estudiado" tú tendrías tu reflejo de succión más acusado.
Papá vino, radiante, con ojos llorosos pero feliz. Me dijo que eras preciosa y alzabas los dedos de los pies como yo. Apenas le escuché. Le dije que te trajera, que te quería ver, que tenía que darte el pecho. ¡Que eras mía y no estabas conmigo!. No le dejaban. Te grabó en vídeo y te ví. No podía dejar de llorar.
Estabas llenita de cables. Mi niña, tan pequeñita. Se me partía el corazón. Estabas espabilada, con unos ojos enormes y tu boquita no paraba de succionar. Y mi pecho estaba esperándote.
Fueron más de tres horas las que necesitaron para convencerse de que estabas bien. Horas en que seguía mirando la puerta, sin parpadear. Y viniste. Te besé y te miré, ahora sí. Venías ya muy dormidita, pero aún así buscaste mi pecho y no te separaste de él hasta media hora despues, cuando quedaste profundamente dormida. Eras lo más precioso que había visto nunca.
No paraba de preguntar a papá: ¿pero está bien no? y él siempre me daba la misma respuesta: SÍ.
Desde entonces, papá cada mañana me da las gracias. Por tí! es curioso eh! Pues sí cariño. Gracias por hacernos experimentar la más pura y grande sensación de amor.
Pero ojo mi vida, si algún día eres madre, deberás entender que esta infinita felicidad se ve truncada cuando aparece la antagónica. Irremediablemente unida a ella. El miedo. El miedo a perderte es tan doloroso como la dicha de tenerte.
Aún así, merece la pena tener ese miedo eternamente, sólo por un segundo de esa felicidad.
Bienvenida al mundo Celia. GRACIAS.

CLC

9 comentarios:

  1. Que preciosidad... qué bonito, qué bonita es ella y que mágia en vuestro amor...

    hermana y tía orgullosa...

    ResponderEliminar
  2. No tengo palabras...solo felicitarte por vuestra enorme valentia

    ResponderEliminar
  3. hola no e conosco, pero no sabes como me ha emocionado tu relato de tu parto, he llorado commo haacia mucho que no hacia, espero y deeo que todos esteis muy bien, y que tu niña y tu sigais siendo tan felizes

    ResponderEliminar
  4. gracias Anónimo, en breve publicaré un nuevo post en el que daré por cerradas todas las heridas. Heridas que cuando escribí este relato no sabía que existían.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  5. Impresionante... sin palabras... Mi mas sincera ENHORABUENA a la pequeña, y como no a la super-mamá que la parió. Tu relato es de lo mejor que no leía en muchísimo tiempo. Un beso para la mama y un abrazo para la angelito

    ResponderEliminar
  6. es la descripción de mi parto!! yo también llegué a dilatación completa y se me hizo reborde!! planeaba tener mi hija en casa,intentamos acomodarlo pero no se pudo...fuimos a la clínica y el médico quería hacerme un desgarro en el útero que se estaba edematizando cada vez mas, finalmente hicimos cesárea pero la gordita nació sanita y hermosa!! que bueno compartir y ver que a otras les pasa lo mismo que a una...

    ResponderEliminar
  7. Madre mía, qué momentos... qué duro mirar esa puerta azul... Yo no la miraba porque sabía que no me lo iban a traer... Tuve que ir yo a verlo a neonatología, metido en una incubadora, y hasta ese momento para el que pasaron unas cuantas horas, lo único que tuve fueron unos videos en que mi niño se chupaba el puño y a mí la angustia se me agarrotaba en la garganta. Todavía hoy lloro con esos videos... Un beso, y gracias por compartirlo, el camino así es un poquito menos duro...

    ResponderEliminar
  8. Hola querida, Gracias por compartir tu relato ... me ha parecido muy bello y sincero... siento mucho el giro de los acontecimientos en el hospital, seguramente a mi me hubiera pasado lo mismo, me dan mucho miedo los hospitales!!

    Gracias a Dios, estas expericnias suelen tener un final feliz, así fue en tu caso. Me hace muy feliz saber que cada vez hay más hombres que nos acompañan con sensibilidad, respeto y devoción, como el tuyo.
    En cuanto vaya sacando tiempo me seguiré paseando por tu blog, ¡me alegro de encontrarte!
    (te contesto también por "El Rumor...")

    Un abrazo,
    Noraya
    "El Rumor de las Libélulas"

    ResponderEliminar
  9. Guau. No lo había leído. Te entiendo tanto. Yo pasé por eso también, estar sola en una habitación esperando noticiass de mi bebé...

    Terrible...

    Un abrazo.

    ResponderEliminar